Acto sublime donde un soldado reafirma el amor, pasión y respeto a su patria, a través de su bandera, prometiendo ofrendar la vida, por el hecho de no verla mellada.
Históricamente en los grandes imperios, sus guerreros se auto motivaban realizando juramentos en los campos de batalla, consiguiendo no perder el ímpetu de la ofensiva, hasta el último respiro; en el imperio Romano, los hombres juraban a Júpiter y las féminas a Jano; pero también rendían pleitesía y juraban a divinidades como un acto de lealtad y entrega, estando relacionados con sus quehaceres, es decir, los guerreros juraban a Marte, los vendimiadores juraban a Baco, Zeus contemplaba como los griegos con frases guerreras sellaban su devoción; y en el imperio del Tahuantinsuyo, Pachacútec deja el legado, a su hijo Túpac Yupanqui, rindiendo juramento al Sol, como también lo hicieran los Persas.
La defensa de Arica, está a la par con la Resistencia Judía, la Resistencia Japonesa en Okinawa, la Defensa Rusa de Stalingrado; todas ellas, tienen en común la determinación inquebrantable de lucha hasta la muerte, superados en número y medios; ante ello, es imposible no recordar a nuestro Coronel Francisco Bolognesi Cervantes, Gran Mariscal del Perú, con esa frase inolvidable: “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”; o traer a nuestras memorias a Alfonso Ugarte, millonario, dueño de salitreras y haciendas, quien pese a tener la posibilidad de disfrutar de una comodidad en lejanía, prefirió quedarse en el Perú, dar todo su dinero y, después de arduos combates, lanzarse desde el Morro de Arica con la seda blanca y roja, con el propósito de no verla en poder del enemigo.
¡Honor y gloria para todos los que cumplieron su juramento en defensa de nuestra patria, ofrendando su vida! Es el deber de todos los que vestimos el uniforme patrio, continuar trabajando con el mismo esfuerzo, sacrificio, sentimiento patriótico, que marca la diferencia y confirma nuestro reconocimiento como profesionales únicos, preparados para ofrendar la vida por nuestra bandera, aquella que lleva en sus tejidos, los corazones de cada peruano. Por ello la queremos, por ello la respetamos y, por ello estamos prestos a dar nuestra existencia.
Cuantas amistades imperecederas, cuantas anécdotas, cuantas aventuras, cuantas alegrías, cuantas caídas y golpes tuvimos que superar; cuanto amor que impulsó nuestro destino, guiándonos al cumplimiento de nuestro compromiso con la nación. Este 7 de junio, día en que renovamos el juramento de fidelidad a nuestra Bandera, nuestros corazones se estremecen al escuchar: “Juráis a Dios y prometéis a la patria, seguir constantemente a vuestra Bandera; defenderla hasta perder la vida y no abandonar a vuestros superiores”.
¡Si Juro! Es la sublime expresión de lealtad a nuestro país y sus Fuerzas Armadas, reconociendo que la mejor manera de afrontar las amenazas es con el pensamiento y accionar conjunto, formados con la mejor arma de nuestro sector “la educación conjunta”; hoy y siempre, unidos por ver nuestra Bandera nacional, flameando libre y gloriosa.
Autor: Coronel EP Carlos Jesús Flores González