El ser humano, en su proceso evolutivo, convive con hechos simples, cotidianos, en apariencia, gran parte de ellos poseen una carácter personal, analizados desde diferentes ángulos permitirán extraer conclusiones para arribar a saberes importantes; hay otros hechos no tan simples, tienen peso específico diferente, son parte de la realidad, poseen otro dimensionamiento y pueden comprometer a una etnia, sociedad, grupo religioso o una nación, pueden ser juzgados como hechos, entendiendo su significado actual pero con el agregado de la prospectiva se podrá entender su significado histórico y su trascendencia, consecuentemente, dará origen también a nuevos saberes, nuevo conocimiento, nuevas teorías, que contribuirán con la evolución del ser humano, ayudando a que las sociedades sean mejores.
La noche del 17 de diciembre de 1996, en la residencia del embajador del Japón en San Isidro, importante distrito de la provincia de Lima, en Perú, se suscitó un hecho que pudo comprometer el futuro de la nación. El embajador Morihisa Aoki ofrecía una recepción en honor al Emperador Akihito, quien se encontraba de onomástico, luego de una estruendosa explosión, poco más de 700 invitados, entre diplomáticos, militares, religiosos, artistas, políticos y otros, fueron tomados como rehenes por 14 terroristas, fuertemente armados, pertenecientes al autodenominado Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y cuyo cabecilla era el delincuente Néstor Cerpa Cartolini. En dias posteriores, fueron liberando rehenes, siendo retenidos contra su voluntad, 72, por cuya liberación se exigía la excarcelación de 400 delincuentes emerretistas en prisión, por delitos de terrorismo, además de su posterior traslado a Cuba; inmediatamente el gobierno del Perú, dispuso la conformación de una fuerza de élite para gestar como alternativa de solución a la crisis, una operación militar que tomaría por nombre…. “Chavín de Huántar”.
Esta operación militar fue compleja, rápida, certera, muy eficiente, en la que actuaron fuerzas especiales (148), conformadas por personal adecuadamente seleccionado, proveniente de instituciones de la Fuerza Armada, con capacidades y entrenamiento particulares, donde la misión imponía, trabajar de manera conjunta, que implicó un trabajo en equipo donde se multiplicaron y amalgamaron capacidades, sistemas, procedimientos, técnicas y tecnología, entre otros; alcanzar el objetivo impuesto, por el escenario que vivía el país, por su naturaleza, complejidad, dimensión y alta sensibilidad, resultaba muy difícil, obligaba a que el trabajo se hiciese conjunto desde su planeamiento, preparación y ejecución, sincronizando esfuerzos con precisión milimétrica, en tiempo y espacio, calibrando hasta el sonido que hace el respirar, cuando se acerca el momento definitivo, explosionar y alcanzar la superioridad relativa, -aquella que paraliza o neutraliza al adversario por superior que parezca hasta avasallarlo- y, en donde el factor sorpresa, se constituía en el mejor aliado.
La captura de los rehenes fue una de las tantas formas empleadas por los delincuentes terroristas en su afán por alcanzar el poder y que encontraron en la Fuerza Armada, el muro que jamás pudieron sobrepasar; el planeamiento en esta operación, obligo a concebir una estrategia con los medios necesarios para enfrentar a un núcleo de catorce (14) hombres, que contaban con armamento importante, pero además con 72 rehenes. La preparación como en la mayoría de las operaciones especiales, exigía entrenar en condiciones lo más parecidas al escenario donde se iba a actuar y para ello tuvo que construirse una infraestructura, similar a la residencia del embajador de Japón; ello permitiría, convivir con el medio en el cual se operaria, hasta internalizar merced a un intenso entrenamiento, espacios, tiempos, distancias, riesgos, amenazas y manera de operar en conjunto.
Por otro lado, infiltrarse no sería tarea sencilla, pero en caso de ser eficiente, permitiría disminuir al máximo, los tiempos de desplazamiento para facilitar una irrupción violenta, explotando el factor sorpresa; para ello, hubo que construir túneles que condujesen al elemento de asalto hasta el punto de aplicación, contándose con el valioso aporte del personal de mineros, quienes trabajaron dia y noche cumpliendo su ardua tarea, al amparo de una eficiente labor de contrainteligencia, que impidió que los trabajos preparatorios, fueran advertidos por los terroristas, comprometiendo así el carácter secreto de la operación; la inteligencia también jugó un papel preponderante, permitiendo el tráfico de información valiosa entre los rehenes y las autoridades, para alimentar de manera eficiente, el proceso de toma de decisiones, con los personajes idóneos para ello.
La operación militar “Chavín de Huántar” evocaba a la cultura “Chavín” (1200 años a.C.), caracterizada por sus construcciones subterráneas y complejos pasillos o pasajes, que aprovechaban el ruido de las aguas que discurrían en su interior, para producir efectos psicológicos en sus visitantes, la operación fue diseñada en el campo militar como alternativa de solución a la crisis de los rehenes en caso de fracasar las negociaciones. Su éxito permitió al Estado absolverlo de problemas de carácter político, pues de no tener éxito, se hubiese menoscabado su principio de autoridad y la capacidad de administrarse de manera autónoma sin presiones de ningún tipo, económicamente se hubiese deteriorado su concepto como “riesgo país”, como resultado de una alteración de la estructura política, económica y social de éste, al incrementarse la crisis social, esto ahuyentaría a los inversores por no otorgárseles la estabilidad necesaria que garantizara sus inversiones, las relaciones diplomáticas se hubiesen también deteriorado pues la situación de crisis no hubiera garantizado la vida de sus representantes diplomáticos, como hecho social, se habría aperturando una puerta favorable a los propósitos de los terroristas ya que la captura de autoridades o grandes personalidades hubiese permitido el desarrollo de forma de lucha más complejas.
La tarde previa a la operación, con el silencio característico de la situación, se escribieron muchas cartas y se trasmitieron muchos mensajes mentales, se elevaron plegarias; el país se sacudió de sobremanera. Habían transcurrido ciento veintiséis (126) dias de zozobra, desde la toma de la residencia del embajador, entre negociaciones, coordinaciones, informaciones, idas y vueltas bajo un clima hostil y tenso, noches que podrían desgastar la moral de las fuerzas, a pesar de ello, se fortalecía el espíritu del comando, al amparo del convencimiento que otorga la fe, cuando sabe que la lucha es por algo y por alguien, cuando hay una patria que defender y un Dios a quien evocar y aunque el retorno era incierto por las características de estos escenarios, donde una bala perdida, una pared mal cimentada, un mortífero gas, una esquirla propulsada o una explosión sin previo aviso, pudiese acabar con la vida de sus integrantes, el anhelo de victoria nunca dejo de brillar y estar presente en el alma guerrera de sus integrantes.
La operación fue breve, se inició exactamente a las 3 y 23 de la tarde del 22 de Abril de 1,997. Cuando termino, se lograron rescatar setentiun (71) rehenes; sin embargo, toda operación tiene un costo y esta no fue la excepción, pues arrojo como resultado, el sensible fallecimiento de dos hermanos comandos, Juan Valer Sandoval y Raúl Jiménez Chávez, héroes de la patria, y junto a ellos, uno de los rehenes, el doctor Carlos Ernesto Giusti Acuña, además de resultar heridos diecinueve (19) comandos.
Se perdieron valiosas vidas, ellas representan por un lado, el sacrificio que brinda el soldado a su patria, aun a costa de su vida; representa el carácter protector de la Fuerza Armada puesta al servicio de su pueblo, para que viva en plena seguridad, por otro lado, la muerte del Doctor Giustti, nos señala que ante este tipo de eventos, el ciudadano también asume riesgos sin olvidar su compromiso con el Perú, en aras de la democracia.
Hoy, a 26 años de su ejecución, “Chavín de Huántar” fue una operación lo más cercana a la perfección, tomada como ejemplo militar en muchos países. Representa el ingenio y la preparación del combatiente de fuerzas especiales del Perú, en hechos no tan simples, que comprometieron a un país, y que serán trasmitidos como narración de algo sobrenatural, de generación en generación, tendrán sabor a leyenda, ubicándose en un tiempo y lugar en el alma de nuestra gran comunidad, el Perú.
Tenemos un compromiso, nunca terminar de contarla.
Autor: Coronel EP Enrique Aguilar Dolorier (docente facilitador ESCOFFAA)