109 AÑOS DEL NATALICIO DEL CAPITÁN FAP JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZALES GRAN GENERAL DEL AIRE.

La vocación de servicio y el amor a la patria son dos valores que marcaron la personalidad de nuestro héroe nacional y eso merece respeto, y más si se realiza con la entrega de la propia vida.  El heroísmo y el martirio son las más altas manifestaciones de la conducta humana y constituyen una muestra de valor y coraje al sobreponer sus altísimos valores de sacrificio por sus compatriotas al de la supervivencia propia.

José Abelardo Quiñones Gonzales nació un 22 de abril de 1914 en el distrito de Pimentel, provincia de Chiclayo, región Lambayeque. Sus padres fueron don José María Quiñones Arizola y Doña Juana Rosa Gonzales y Orrego, heredando el nombre de sus dos abuelos. Fue el tercero de cuatro hermanos: José Salvador Quiñones Herrera nacido en 1907, Raúl Agustino Quiñones Gonzales nacido en 1909 y Gastón Quiñones Morales nacido en 1936. Su infancia es tranquila en la parcela agrícola denominada El Palmo, propiedad de la familia. ¿Cómo es el Perú en esa época? Suponemos que los niños escuchaban y leían del surgimiento de la aviación militar durante la primera guerra mundial, los combates aéreos y los pilotos que destacaron con sus maniobras y ataques que sorprendían a muchos.

Inició su vida escolar a los 6 años en el colegio mixto Juana Alarco de Dammert, de las hermanas Bulnes en Pimentel, donde destaca por sus actitudes personales, sobre todo por sus habilidades curiosas en lo creativo y su idealismo. En esta etapa, la familia recuerda como sentado en la arena de la playa pasaba horas observando el vuelo de las aves. La primaria la realizó en el Colegio Nacional San José de Chiclayo donde el destino lo cruza con el Dr. Karl Weiss Schereiber, uno de los pioneros de la aviación en el Perú, que lo instruye en el vuelo de planeadores y realiza su primer vuelo, denotando su vocación por la aeronáutica. Con visión de superación, sus familiares lo envían en 1928 a Lima a estudiar la secundaria en el Colegio Sagrados Corazones de la Recoleta,  donde destaca en los deportes formando parte del equipo de pelota vasca del colegio; posteriormente, en tercero de secundaria es cambiado al Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, destacando por su intensidad académica, su férrea disciplina y desarrollo deportivo. Es así que concluyó sus estudios escolares en 1933, sobresaliendo en los cursos  de historia del Perú y geografía, así como en muchas disciplinas deportivas como el futbol.

Durante sus últimos años escolares, la aviación militar en el Perú era noticia permanente, al participar durante la rebelión de Trujillo en el año 1932 y en el conflicto con Colombia, estos hechos elevan su espíritu de vocación de servicio a la patria y afianzan el espíritu guerrero de Pepe Quiñones como lo llamaban sus amigos. No le fue fácil convencer a su padre de su decisión y voluntad de postular a la Escuela Central de Aeronáutica Jorge Chávez, pero lo consigue. Logró alcanzar una de las doce vacantes, ingresando el 1 de abril de 1935. Junto con él lo hacen tres compañeros del Colegio Guadalupe.

En la Escuela Central de Aeronáutica, entre el ruido de los motores de los aviones, los hangares de mantenimiento, las aulas de instrucción, las órdenes y voces de mando, las marchas y toque de corneta, se forja su identidad aeronáutica, y junto a él, sus doce compañeros de la promoción “Comandante CAP1 José Lucas Raguz Verán”, llamada así en honor al Director de la Escuela quien falleció el 22 de julio de 1936 mientras realizaba maniobras acrobáticas sobre las playas de villa en un avión Curtis Hawk. Durante sus estudios de formación  operó diversos tipos de aeronaves entre los que destacan, para instrucción básica el Morane-Saulnier MS.316, donde realiza su primer vuelo solo,  para instrucción avanzada el Curtis Falcon y en la especialización de caza y bombardeo el Caprioni Ca.113, aeronave que durante la ceremonia de graduación, el 21 de enero de 1939, como parte del programa de alta  acrobacia, realizó tres pasajes con maniobras invertidas llegando a una altura de metro y medio con una habilidad controlada. Se graduó con honores con 307 horas y 34 minutos de vuelo en su formación como piloto de ataque, obteniendo los más altos puntajes en vuelo, demostrando pericia, habilidad y destreza que lo hizo merecedor del “Ala de Oro” de la promoción, premio entregado por el Presidente de la República, Gral. Oscar R. Benavides.

Su primer destino como alférez es la Base de Ancón “Alférez Carlos Huguet Vega” donde vuela el hidroavión Vought V-80 Corsair para especializarse en flotadores y al mismo tiempo se califica como paracaidista militar. Al año siguiente regresó a la Base Aérea de Las Palmas como dotación de la emblemática escuadrilla N° 41 perteneciente al XXI Escuadrón de Caza con base en Chiclayo, que operaba los aviones de caza bombardeo North American NA-50 denominados “Toritos”. En 1941 ascendió al grado de Teniente de Aeronáutica obteniendo el primer puesto en su ascenso.

Es en dicho año que, el 5 de julio, ante el movimiento de tropas ecuatorianas en la frontera, la escuadrilla es destacada al Teatro de Operaciones del Norte (TON) con la misión más importante de su vida: defender la soberanía, independencia e integridad territorial. Es en este ambiente operacional donde se produce un hecho que definen los valores de patriotismo, lealtad y coraje de nuestro héroe; el día 12 de julio por algún motivo técnico-táctico reciben la orden de retornar a Chiclayo, quedando solamente los Caproni Ca.114 y Fairey Fox IV que -según el Teniente Quiñones- tenían serias deficiencias comparativas con la aviación enemiga, dirigiéndole una carta al Tte. Crl. Manuel Odría, Jefe del Estado Mayor de la Primera División Ligera, futuro Presidente de la República presentando un extracto de ella:

«Habiendo recibido la orden de regresar a Chiclayo y ser reemplazado por otro material de pobre rendimiento, atrévome a dirigir la presente conociendo su reconocida hombría y patriotismo… Me atrevo a sugerirle y rogarle encarecidamente que me solicite para servir directamente bajo sus órdenes el avión moderno que tripulo. Rogándole disculpe la forma de dirigirme a usted y esperando que interprete el deseo ardiente de un oficial subalterno de servir a su patria, despídome respetuoso», Teniente CAP José Quiñones G.

La escuadrilla N°41 tenía la tarea de brindar protección y cobertura aérea a los elementos de la Primera División Ligera del Ejército del Perú, así como brindar apoyo aéreo cuando sea necesario, entrando en operaciones inmediatamente al llegar al teatro de operaciones. El primer incidente de la escuadrilla fue el 7 de julio cuando después de una alerta de presencia de aeronaves enemigas en la frontera, decolaron los tres ”Toritos” asignados al TON patrullando la zona sin éxito, ordenando el Teniente Comandante Antonio Alberti el retorno  a la base, dirigiéndose a la costa a arrojar las bombas al océano como procedimiento previo al aterrizaje, notando que una de las bombas del avión piloteado por el Teniente Renan Elías, compañero de promoción y amigo de José Quiñones, colgaba de uno de los bastidores, le ordenaron maniobrar para que la fuerza de gravedad la desprenda del bastidor, procediendo Elías  a balancear bruscamente las alas del avión para forzar la caída del artefacto; sin embargo, este movimiento activo la espoleta de la bomba causando la destrucción inmediata de la aeronave. La pérdida de Elías fue un duro golpe para la escuadrilla, pero no afecto el desarrollo de las operaciones.

El 20 de julio, el Comandante del TON recibió la orden expresa del Presidente de la Republica de ingresar a territorio ecuatoriano y lograr el objetivo de terminar, de una vez por todas, la disputa con Ecuador. Esto requería la neutralización de algunos puntos donde las fuerzas ecuatorianas tenían ubicadas a sus fuerzas, entre ellas el puesto de Quebrada Seca ubicado a 70 kilómetros al este de Tumbes, que custodiaba el ingreso a la provincia El Oro, preparándose el ataque con los NA-50 para el 22 de julio empleando una combinación de dos bombas de 50 Kg. y seis bombas 15 kg. Sin embargo, ese día amaneció con nubes a baja altura, forzando al comando a postergar el ataque. El 23 de Julio de 1941 las condiciones meteorológicas habían mejorado, decolando cuatro aeronaves a 0750 horas, las del Teniente Comandante Antonio Alberti, el Teniente Fernando Parraud, el Teniente José Abelardo Quiñones y el Alférez Manuel Rivera. Al arribar sobre su objetivo, a unos dos mil metros de altura, se inició la corrida de bombardeo con la patrulla liderada por Alberti y su alero Parraud, los cuales completaron exitosamente su ataque, iniciando la patrulla integrada por el Teniente Quiñones y su alero el Alférez Rivera su corrida de bombardeo entre una lluvia de balas de fusil y ametralladoras. Cuando el primero se encontraba como a 800 metros de altura,  el NA-50 del Teniente Quiñones sufrió el impacto de fuego de armas ligeras, ocasionando que se incendiara y se precipitara a tierra. De acuerdo al reporte del Alférez Rivera, quien se encontraba a pocos metros de distancia, manifestó que al verse golpeado Quiñones, mantuvo el control de la aeronave llevándola conscientemente sobre las posiciones enemigas impactándolas y sacrificando su vida, el caos provocado en las fuerzas ecuatorianas fue aprovechado por la Primera División ligera que avanzó sobre las posiciones enemigas, logrando su captura junto con abundante material de guerra.

El día de hoy, 22 de abril, conmemoramos como peruanos, orgullosos de nuestro legado histórico el natalicio del Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, Gran General del Aire, quien con solo 27 años de edad, lleno de sueños, aspiraciones y una vida por delante, renunció a todo ello y se inmoló por su patria, es por ello que con justa razón es nuestra obligación y responsabilidad mantenerlo vivo en nuestras almas, preservando por siempre vivo su mensaje: “El aviador, llegado el momento debe de llegar hasta el sacrificio”.

En un homenaje al Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, el 23 de Julio de 1966, el Mayor General FAP Enrique Schroth Carlin Director de la Escuela de Oficiales de la FAP manifestó:

 “La vida de los héroes no es la vida débil y pálida de las sombras, sino una vida revestida de gloria y luz radiante. Sólo su inmenso amor a la patria y su vocación de servirla incondicionalmente pudo arrastrar a Quiñones al sacrificio. Por eso no es tardía la exteriorización de la gratitud de un pueblo para aquel que, en las horas duras de la prueba supo ofrendar su empeño de patriota, su nave y su vida”. 

En Quiñones hubo la conciencia plena del sacrificio, porque sabía que con él abría las puertas de la victoria para los soldados de su patria. Su muerte evitaría muchas otras y, con la victoria y la paz, renacería la armonía de los hermanos del mismo continente, con un mismo origen y con mejores destinos.

Autor: Capitán de Navío (R) José Antonio Sifuentes Espinosa, docente facilitador de la Escuela Superior Conjunta de las Fuerzas Armadas.


 1 CAP siglas del Cuerpo Aeronáutico del Perú que años después sería la Fuerza Aérea del Perú FAP.

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