Cada 4 de noviembre celebramos el Día del Soldado, en conmemoración del natalicio del gran héroe nacional Coronel Francisco Bolognesi. No cabe duda que el heroísmo de Bolognesi se manifestó en la defensa final de Arica, pero tanto su actuación en la campaña de Tarapacá, como en otros aspectos de su vida militar y civil, también resultan ejemplares.
Natural de Lima, aunque arequipeño por adopción al haber vivido casi cuatro décadas en esa ciudad, Bolognesi inició su vida militar hacia 1854, al unirse a las fuerzas de Ramón Castilla en la llamada Revolución Liberal contra el gobierno de José Rufino Echenique. Tomó parte en diversas acciones, se fue especializando en el arma de artillería, llegando a ser comandante general de la misma. A raíz de la reforma militar de 1872 quedó fuera del servicio activo, pero retornó al mismo al estallar la Guerra del Pacífico (Cayo, 1996; Ortega, 1963; y Zanutelli, 2014).
Este día en que se celebra el Día del Soldado, se saluda al hijo del pueblo quien al cumplir el servicio militar, viste el uniforme y está dispuesto a dar su vida, con valor y sacrificio, siguiendo el ejemplo de Bolognesi y sus soldados durante la defensa de su plaza. Este acción sirvió como pólvora que enardeció los ánimos y alentaron el espíritu de lucha peruano, que se puso de manifiesto de diversas maneras durante el resto de la Guerra del Pacífico.
Como señala el historiador chileno Gonzalo Bulnes (1955: II, 185): Bolognesi fue un gran patriota. Tiene la característica de los hombres superiores. No salen de su boca ni de su pluma palabras destempladas, ni balandronadas pueriles. Es culto y atento con el enemigo. Cuando el patriotismo se envuelve en un manto de modestia, el hombre desaparece ante la idea que lo alienta y su sacrificio toma un carácter impersonal. Así le sucedió a Grau y le sucederá a Bolognesi.
Esperemos que este sea un día de reflexión para reconocer a aquellos que hacen grande a nuestra patria.