El puerto del Callao amaneció el 2 de mayo de 1866, con ánimo de fiesta bélica. Sus habitantes –bravos porteños forjados con la sal del mar y su oleaje– debían de enfrentar uno de los mayores desafíos que se les hubiera presentado hasta ese momento: luchar por conservar su libertad. Y no solo se trataba del Perú, pues abarcaba a toda la América. Este no era un día cualquiera; significaba la continuidad de la elección de un modelo autónomo, donde los ciudadanos sean quienes elijan sus propios destinos. Por otra parte, hay que considerar que fue en esos años que la “dinámica del guano” se encontraba en plena vigencia y era la fuente de recursos más importante para el erario nacional. El país comenzó a moverse en la dirección del progreso, pues ya tuvo un ingreso serio y constante, que permitía presupuestar el gasto público —arruinado o inexistente por las guerras de independencia— que hizo creer a la sociedad que se había tomado, a pesar de las dificultades, la decisión correcta al optar por una independencia nacional.
El 14 de abril de 1864, sorpresivamente, las islas guaneras de Chincha (una de las principales en las actividades extractivas) fueron ocupadas por la escuadra española del Pacífico, al mando del brigadier Luis Hernández Pinzón. La iniciativa tuvo un origen diplomático, en un hecho que no tenía que ver en absoluto con una dinámica ni militar ni comercial. La muerte de un obrero español en la hacienda de Talambo (Chiclayo, Lambayeque), en un altercado con el dueño, generó la reacción del diplomático español Eusebio Salazar y Mazarredo, de una manera desmedida y tomándose atribuciones que no le correspondían, impulsó que Hernández Pinzón invadiera las islas. Esta escuadra naval no había venido, por cierto, con fines militares sino científicos. De acuerdo con (MGP, 2020) :
“En el año 1862, el Gobierno español dispuso el envío de una Comisión Científica hacia América a bordo de naves de su Escuadra, acción que se hallaba dentro de los lineamientos de la política exterior, destinada a recuperar su prestigio como potencia de orden mundial, reforzar su presencia e influencia sobre sus antiguas posesiones americanas, estableciendo mayores vínculos comerciales y económicos”
Por otra parte, de alguna manera este interés estaba también centrado en mantener el control de sus colonias en Cuba y Puerto Rico, las cuales era impulsadas por los Estados Unidos a independizarse.
Tomadas las islas de Chincha, el Perú de inmediato sintió el efecto económico. Viejos conflictos resucitaron y la declaratoria de guerra tardó lo suficiente, a pesar de las reservas del presidente Pezet, que haciendo un cálculo conservador, mantuvo una posición diplomática ante la invasión. Presionado el presidente Pezet, este firmó un tratado denominado “Vivanco Pareja” que causó la indignación nacional y su destitución por parte del coronel Mariano Ignacio Prado. Se volvió además una causa latinoamericana pues Ecuador, Bolivia y Chile se sumaron a la conflagración, que antes del episodio en mares peruanos tuvo otros tanto en Papudo en noviembre de 1865; y en febrero y marzo de 1866 en Abtao y el puerto de Valparaíso, que fue bombardeado.
Ya para esto la guerra entre Perú y España estaba declarada (14 de enero de 1866) y lo que quedaba era enfrentar. Esto ocurrió el 2 de mayo. Jorge Basadre cita por (Enterarse, 2020) que “… (los españoles) podían usar 122 cañones a la vez, debido a que los barcos de aquel tiempo disparaban de costado. A este poder ofensivo se oponían, en total, 45 cañones peruanos ubicados en los pocos barcos disponibles, los fuertes, las baterías y las torres instaladas para la defensa del Callao (…) Las baterías se ubicaron en puntos estratégicos del puerto, de manera que pudieran cubrir todo el perímetro de este, sin dejar puntos ciegos o vulnerables.
Finalmente, estaban las llamadas “torres” Junín y La Merced, que, en palabras de Basadre, eran “simples armazones de fierro que montaban algunos de los más eficaces y poderosos cañones de la plaza”. Según (Godoy Orellana, 2017) el ataque hispano fue encabezado por la fragata blindada “Numancia”, apareciendo antes del mediodía por el puerto. Una hora después, la Torre de la Merced fue destruida por el fuego enemigo y con esta cayó el héroe de la jornada, el coronel José Gálvez. Aquello, sin embargo, atizó más a los defensores quienes siguieron empleando sus cañones hasta 1640 horas, cuando las embarcaciones españolas comenzaron a retirarse. El duelo desigual, desde cualquier punto de vista, por la mayor potencia combativa de la escuadra como lo era la de España, fue favorable a nuestras armas.
Autor: Teniente Coronel EP Jordan Torres Gómez
Bibliografía
Enterarse. (26 de Enero de 2020). Enterarse. Obtenido de https://www.enterarse.com/20210126_0001-la-guerra-de-1866-y-el-combate-del-2-de-mayo-cuando-la-alianza-sudamericana-derroto-a-espana
Godoy Orellana, M. (2017). DESTINADO A PERPETUAR EL RECUERDO DE LA VICTORIA. GUERRA Y MEMORIA EN TORNO AL MONUMENTO DEL 2 DE MAYO. PERÚ Y CHILE, 1866-1881. Universum. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, vol. 32., 95-117.
MGP. (1 de Mayo de 2020). Revista de Marina. Obtenido de Efemérides: https://www.marina.mil.pe/es/cultura/efemerides/2/?acont=combate-naval-de-abtao