Luego de terminada la campaña marítima con la pérdida del monitor “Huáscar” y de su comandante el contralmirante Don Miguel Grau Seminario, Chile finalmente pudo iniciar la campaña terrestre. La estrategia diseñada por las fuerzas armadas chilenas consistía en que las unidades terrestres, protegidas por la artillería naval, debían desembarcar al norte de la región que se deseaba capturar. De esta manera, se impedían las comunicaciones con el resto del país y se sometía a la resistencia armada en conjunto con las tropas que simultáneamente avanzaban por tierra desde el sur. Esta maniobra fue puesta en práctica en noviembre de 1879 con el desembarco en Pisagua.
Tras el desembarco chileno en Pisagua y la derrota en la batalla de Dolores, el ejército peruano se vio forzado a abandonar la provincia de Tarapacá, abandonando Iquique y reuniéndose finalmente la división del coronel Ríos proveniente de Iquique con las tropas derrotadas en Dolores. Los soldados peruanos que lucharon allí llegaron a las alturas de Tarapacá en busca de provisiones, agua y del necesario descanso para seguir en la lucha.
El 27 de noviembre de 1879 el ejército peruano, con aproximadamente 3000 hombres, se alistaba en Tarapacá para iniciar la marcha hacia Arica, pero las tropas peruanas se percataron que fuerzas chilenas se acercaban por el oeste. Los coroneles Andrés Avelino Cáceres y Manuel Suárez llevaron a sus columnas hacia los cerros y sorprendieron a la vanguardia chilena del coronel Ricardo Santa Cruz, logrando ponerlos en fuga. El coronel Cáceres tomó esa mañana decisiones claves para ganar la batalla. Decidió sacar de la quebrada de Tarapacá a los dos batallones que constituían su división, los hizo tomar las alturas por las laderas, y así los peruanos lograron una posición ventajosa para atacar a la fuerza invasora. Las tropas chilenas habían perdido la sorpresa y se enfrentaron a las peruanas en una batalla que duró alrededor de 10 horas.
Paralelamente, en el sector de la quebrada, el coronel Francisco Bolognesi y su batallón Guardias de Arequipa, apoyados por los coroneles Ríos y Bedoya, lograron aplastar a las fuerzas del chileno Eleuterio Ramírez. Incluso lograron arrebatar el estandarte de Chile que llevaba el Segundo de Línea. Alrededor de las 1230 horas terminó la primera fase de la batalla. Durante media hora se detuvo el combate. Los chilenos aprovecharon para reagruparse y los peruanos para reorganizarse. Cerca de la 1330 hrs los chilenos volvieron al ataque, pero fueron vencidos por el batallón Zepita del coronel Andrés Avelino Cáceres, reforzado por las columnas de Alfonso Ugarte, Moore, Meléndez y Somocurcio. La batalla duró hasta las 1600 horas. A esta hora llegó desde Pachica la división del coronel Justo Pastor Dávila, con 1400 hombres. Este refuerzo fue decisivo para terminar la batalla. Su mortífero fuego de fusilería obligó a los chilenos, derrotados, a batirse en retirada.
Allí pelearon valerosamente Cáceres y Bolognesi, pero también Belisario Suárez, Alfonso Ugarte (herido en la cabeza), el argentino y amigo del Perú, Roque Sáenz Peña, Emilio Castañón; y entre los soldados de tropa que pasaron a la historia por su participación destacó el Alférez de la Guardia Civil de Arequipa, Mariano Santos Mateo (1850-1900), quien con coraje logró arrancar el estandarte al Regimiento 2º de Línea de la Infantería del Ejército de Chile. Este valiente soldado fue conocido desde entonces como “El valiente de Tarapacá”. Los vencedores de Tarapacá debieron dejar el terreno ganado por falta de recursos para defenderlo. Marcharon al norte, y siguieron peleando durante toda la campaña terrestre. Muchos de ellos defendieron Lima en enero de 1881.
¡Honor y gloria a los héroes de Tarapacá!
Autor: Contralmirante (R) Mario Sánchez Debernardi