BATALLA DE TARAPACÁ Y ANIVERSARIO DEL ARMA DE INFANTERÍA

“La historia debe ser fuente del aprendizaje en el arte de la guerra…en tiempo de paz se convierte en el verdadero método para aprender y determinar los principios invariables de la guerra”.

Mariscal Foch

La Escuela Superior Conjunta de las Fuerzas Armadas, en su loable misión de forjar líderes con visión conjunta, está siempre presente en aquellos acontecimientos y hechos históricos que marcaron nuestra vida nacional. En esta ocasión, con motivo de conmemorar este 27 de noviembre un aniversario más de la Batalla de Tarapacá y Día de la gloriosa arma de infantería de nuestro ejército del Perú.

“Gloria peruana, alma bravía es la noble infantería, cuna de valientes de heroica misión, vibra en tus filas el orgullo que por siempre nos inspira a dar por la patria el corazón».   Como versa parte del himno de infantería, esta arma o especialidad de nuestro Ejército, a través de la historia, ha sido y será siempre la fuerza fundamental de los ejércitos, cuyo empleo en el combate está orientada a dos grandes esfuerzos básicos y primordiales en su accionar, el primero a destruir y o neutralizar la fuerza del adversario y el segundo para conquistar y /o asegurar áreas del terreno claves, a fin de lograr con éxito el cumplimiento de la misión encomendada.

En esta fecha importante de nuestro calendario patrio queremos expresar nuestro merecido  reconocimiento a todos los infantes que están siempre al servicio de la patria en el cumplimiento de los roles estratégicos asignados a las Fuerzas Armadas, para salvaguardar los intereses patrios y garantizar la soberanía e integridad territorial, demostrando a lo largo de nuestra historia y en todas sus participaciones, voluntad de lucha, valor y audacia,  patriotismo, compromiso y cumplimiento del deber puestos al servicio de la patria hasta vencer o morir

La infantería desde la aparición de los primeros ejércitos ha tenido una participación  fundamental en los hechos de guerra, desde tzun tzu 400 años ac , las guerras médicas entre persas y griegos las Termópilas, las guerras del Peloponeso entre atenienses y espartanos, las guerras púnicas entre romanos y cartagineses, la batalla de Cannas , las guerras napoleónicas de 1805 y 1815, y en este caso particular, nuestra participación en la guerra del pacifico de 1879 en la también denominada  guerra del guano y del salitre.

Respecto a este hecho histórico, Roberto Pertusio nos presenta en su libro “Un ensayo sobre la estrategia operacional”, que contiene en primer lugar una introducción a la estrategia operacional (nivel operacional) y, seguidamente, un análisis de la guerra del Pacífico, con un enfoque del nivel operacional, donde la infantería está enmarcada dentro del componente terrestre como elemento de maniobra de un comando operacional.

Para una mejor comprensión de este conflicto nos menciona que este se produce por razones económicas y que el objetivo político de Chile era extender su frontera hacia el norte, incorporando un vasto territorio rico en recursos y como objetivo estratégico militar ocupar militarmente los puertos y localidades de Antofagasta y Tarapacá, de ello podemos inferir que la campaña tenía una fase de preparación, otra relacionada al control del mar, otra terrestre para la conquista de territorio y otra de estabilización; en ese contexto, los chilenos -para proyectar su fuerza terrestre- primero, tenían que obtener el control del mar, condición de éxito que logran el 8 de octubre con la captura del Huáscar quedando los chilenos dueños del mar.

A partir de este evento proyectaron sus fuerzas terrestres realizando un desembarco anfibio en Pisagua conduciendo un ejército de  10,000 soldados, por otra parte, la defensa de Pisagua estuvo confiada a la división boliviana del general Villamil, cuyas tropas estaban distribuidas en Alto de Hospicio, Mejillones del Perú y Agua Santa.  Después de los primeros enfrentamientos producidos los chilenos conquistaron Pisagua y se aseguraron del ferrocarril Pisagua – Dolores

En la mañana del 3 de noviembre recibió el coronel Suarez en Iquique un radiograma del general Buendía en el cual le ordenaba la concentración del ejercito aliado en la región la Noria-Pozo Almonte dejando la división Ríos en Iquique para resguardar la plaza.

Al salir de Pozo Almonte, el  general boliviano  Villamil, y Cáceres continuaron hasta Negreiros donde llegaron al amanecer  del día 18, reuniéndose por la noche los jefes aliados  con el general Buendía para concertar la dirección de aproximación hacia Dolores produciéndose las primeras fricciones entre los comandos para determinar la dirección de aproximación.

Al amanecer del 19, los aliados llegaron a la Loma de Chinquiquiray, desde donde se observaba a las tropas chilenas en la cima del cerro  San Francisco, el general Buendía incitado por las tropas pensó atacar a las tropas enemigas esa misma mañana disponiendo el despliegue de las fuerzas, sin embargo, lamentablemente después de marchas y contramarchas, se dejó de explotar la oportunidad de realizar el ataque inmediatamente después del despliegue, permitiendo que el enemigo se refuerce. Como consecuencia de las fricciones, el caos y el desorden en el campo de batalla producidos por los batallones bolivianos que seguían a Buendía y que se detuvieron voluntariamente en la pampa, contrariando las ordenes, y, al advertir la fuga de estas tropas,  las fuerzas de Villamil se amotinaron y generaron la dispersión de las mismas; la confusión fue enorme extendiéndose por toda la pampa y dando como resultado la deserción en masa de todas las tropas bolivianas. Poco después de esta situación desfavorable para las fuerzas peruanas se reunieron los coroneles Bolognesi, Castañón, Dávila fajardo y Cáceres con el jefe de Estado Mayor, el crl Suárez para apreciar la situación y tomar la decisión de emprender la retirada hacia Arica, por tilivichi, aquella misma noche.

Al día siguiente se observó que la dirección que se había tomado durante la noche no era Tiliviche, sino la de Tarapacá  continuando la marcha por esa dirección hasta la aldea de Curaña y desde ese sitio, el coronel Suárez envió un propio a Tarapacá avisando la próxima llegada del Ejército a dicho lugar.

Después de atravesar la pampa del  Tamarugal, sufriendo todo tipo de contratiempos,  las tropas peruanas llegaron a Tarapacá donde el Ejército Peruano se constituyó  con aproximadamente 4,500 hombres  de infantería y el ejército chileno con un aproximado de 4000 soldados de infantería artillería y caballería.

En la mañana del 27 de noviembre  la gloriosa Infantería al mando del coronel Andrés a. Cáceres, iniciaron el ataque a las  fuerzas chilenas que se encontraban avanzando al borde de la quebrada de Tarapacá por las alturas oeste que dominan el pueblo. Los bravos infantes del batallón Zepita y del Dos de Mayo emprendieron el ataque con diversas maniobras tácticas para combatir con frente invertido lo que permitió  a las tropas peruanas seguir avanzando sobre el enemigo que se batía en retirada, fue sangriento este primer combate y las tropas, como consecuencia  de ello, se encontraban fatigadas por lo que Cáceres decidió detener el ataque y buscar una posición favorable para recibir refuerzos.

En esas circunstancias se presentaron el general Buendía acompañado del coronel Roque Sáenz Peña, también el coronel Belisario Suárez y la Quinta División de Ríos, el batallón Ayacucho y la división de Dávila de Pachica, refuerzos que permitieron  a Cáceres impulsar el ataque a paso de carga comenzando un segundo combate aproximadamente a la una de la tarde,  y sobre las  cinco  y media de la tarde quedaba terminada y decidida la batalla de Tarapacá. Nuestras tropas obtuvieron un espléndido triunfo sobre los chilenos, obviamente fue importante este glorioso triunfo, si bien contribuyó a levantar la moral de nuestras tropas y poner a salvo el honor de nuestra bandera, no modificó la situación estratégica creada por el desastre de San Francisco y Dolores.

Cada aniversario de infantería no se puede dejar de  recordar la batalla de Tarapacá, la única que se constituyó en un triunfo frente al ejército chileno en la infausta Guerra del Pacifico o guerra del salitre, cuyo liderazgo y conducción de la batalla estuvo a cargo del hoy patrono del arma de infantería, gran mariscal del Peru; don Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, hecho histórico donde el soldado de infantería demostró su valor, entereza, y cabal cumplimiento de la misión compenetrándose con el sagrado deber de servir a la patria aun acosta de su propia existencia, en defensa de su integridad territorial y soberanía nacional a fin de salvaguardar los intereses nacionales.

Honor y gloria a los infantes de ayer, hoy y siempre, de nuestro glorioso Ejército e integrantes de las Fuerzas Armadas del Perú, para quienes es una obligación moral y profesional recordar esta gesta histórica  y seguir el legado de Cáceres como futuros líderes conjuntos de nuestras Fuerzas Armadas, desde el enfoque del accionar conjunto y la interoperabilidad para identificar lecciones aprendidas en términos de aciertos y errores.

Todo infante de corazón y todo soldado de la patria debe ser consciente que la doctrina conjunta debe estar enmarcada en el estudio y análisis de los hechos históricos y, en ese sentido, permítanme parafrasear a Milan Vego quien en sus escritos explica que los grandes comandantes militares fueron ávidos lectores de la historia, por dos grandes razones; la primera, porque las grandes oportunidades para adquirir experiencia directa en combate son pocas; y la segunda, porque de esa manera vamos a entender la naturaleza de la guerra y su evolución, que nos permite desarrollar una  nueva forma de pensar y una nuevo modo de hacer la guerra, es decir un nuevo ritmo de hacer la guerra, una visión más holística que involucra todos los factores y actores del espectro de la guerra, es decir, un empleo más  integrado, sincronizado y sistémico de las capacidades.

Hoy todos los peruanos nos ponemos de pie para rendir un sincero y  merecido homenaje a los infantes que lucharon en la batalla de Tarapacá, que siempre son y serán un digno ejemplo que nos motiva e inspira a  los infantes para mantener y fomentar el espíritu, la mística, cultivar con honor, el culto a la patria y honrar la memoria de nuestros héroes,  porque sintetiza el legado  que dejo Andrés Avelino Cáceres y los bravos infantes  de dicha jornada bélica, único triunfo de la infausta guerra con Chile, razón de ser de los infantes de hoy y del mañana, que en el marco de  las operaciones conjuntas debemos estar preparados para hacer frente a los nuevos desafíos y retos que demandan las  guerras de cuarta y quinta generación.

Honor y gloria al mariscal Andrés A. Cáceres

Honor y gloria a  la gesta de Tarapacá

Honor y gloria a todos los infantes que lucharon y ofrendaron su vida por la patria

Autor: General de Brigada Óscar Gallardo Olivet, docente de la Escuela Superior Conjunta de las Fuerzas Armadas.

Scroll al inicio