El mar ha sido siempre parte de nuestras vidas, y su relación con el poblador peruano que habitó estas costas se remonta a épocas ancestrales, en las que el poblador viajó desde los Andes para explotar los ricos recursos marinos que la Corriente Peruana les facilitaba, tal como lo testimonian las redes y anzuelos hallados en Paracas (8830 AC); para luego, con el tiempo, entrar al mar empleando rústicas embarcaciones fabricadas con los elementos que la naturaleza les ofrecía, como la totora, que luego se convertirían en balsas capaces de navegar fuera del horizonte. No es posible, con la evidencia disponible, señalar una fecha en que este proceso se inició, pero ciertamente desde hace ya unos 4,500 años la dieta del peruano incluyó mariscos y peces más grandes que vivían lejos de la orilla.
Durante el virreinato, le correspondió al Perú ser el principal asentamiento hispano y contar con el puerto del Callao que se convertiría en el más importante de la costa del Pacífico sudamericano. Se estableció el control de las rutas marítimas en el Pacífico, y para ello fue creada en 1570 la Armada de la Mar del Sur, destinada a ejercer el control efectivo sobre aquel vasto espacio marítimo. Es en la segunda mitad del siglo XVIII que se dio una nueva organización para las fuerzas navales presentes en el Perú, tomando como centro al puerto del Callao, donde se creó la Capitanía de Puerto, entidad que pasó a ejercer el control marítimo y naval del área, la Real Academia de Náutica de Lima, donde los jóvenes nacidos en Perú recibirían la educación para tripular las unidades navales de la armada española; todo este proceso sentaría las bases materiales y humanas sobre las cuales surgiría la institución naval peruana, como elemento necesario para hacer respetar el incipiente Estado que comenzó a formarse a partir de julio de 1821.
Don José de San Martín sabía perfectamente que para mantener la independencia lograda tanto en Argentina como en Chile, se requería hacer lo propio en el Perú, y para ello las fuerzas a su mando tenían que poner en jaque al núcleo del poder español asentado, por ello se tendría que llevar las fuerzas por vía marítima, previamente logrando el control del mar. El planeamiento de esta operación marítima, la más grande realizada hasta entonces en aguas del Pacífico sudamericano, tomó el nombre de Expedición Libertadora, cuya escuadra, al mando del almirante inglés Thomas Cochrane, estuvo conformada por ocho buques de guerra y dieciocho transportes que llevaban a bordo unos 4500 soldados. Esta fuerza naval zarpó del puerto de Valparaíso el 20 de agosto de 1820, y arribó a su destino en la bahía de Pisco el 7 de setiembre, desembarcando el 8 e iniciando sus operaciones terrestres con una columna del ejército patriota hacia el interior del país. Al día siguiente, el cuerpo principal de este ejército expedicionario se desplazó por mar hacia el norte de Lima, estableciendo su base de operaciones en la ciudad de Huaura. Desde allí se lograría que los realistas abandonaran la capital el 6 de julio de 1821, para luego ingresar San Martín con su ejército y ocupar la ciudad, en donde se proclamó la Independencia del Perú el 28 del mismo mes.
El gobierno constituido bajo el protectorado del general San Martín, encargó al capitán de navío Martín Jorge Guise, de origen británico, la tarea de organizar una marina de guerra, nombrándolo su primer comandante general, documento firmado el 8 de octubre de 1821. La naciente Armada, heredó el establecimiento terrestre y portuario del Departamento Marítimo del Callao, adoptando las ordenanzas navales españolas, excepto para lo que refiere a las normas de disciplina, que fueron las británicas. La primera nave en izar el primer pabellón peruano fue la goleta Sacramento, capturada el 17 de marzo de 1821 por los hermanos Victoriano y Andrés Cárcamo, y rebautizada Castelli, posteriormente se fueron incorporando los bergantines Belgrano, Balcarce y coronel Spano, la corbeta Limeña, la goleta Macedonia y Cruz y, finalmente, la Fragata Protector. Todas estas naves habían servido a órdenes del Rey de España en la Armada de la Mar del Sur.
La Marina de Guerra del Perú nació oficialmente con la República y desde ese momento ha estado siempre al servicio de la nación demostrando con lealtad y coraje la expresión del poder naval del Perú en el mar, no solamente a la superficie de este, incluimos el volumen de agua por debajo y el espacio aéreo encima de él. El poder naval es el sinónimo de la Marina, pero un Estado requiere tener poder marítimo y esto lo logra con la suma del poder naval y los intereses marítimos, este último concepto son todos los aspectos relativos a su seguridad y desarrollo vinculados con el mar. Todo estado que tenga costa, cualquiera sea la longitud de ella, por el solo hecho de tener un litoral ejerce algún tipo de poder marítimo. Nuestra Marina de Guerra cumple con su rol estratégico de apoyar al Desarrollo nacional contribuyendo con los intereses marítimos de nuestro país.
La Marina de Guerra, desde su creación, siempre estuvo y estará presente cuando la seguridad de la patria se vea afectada. Ha participado en todos los conflictos que hemos tenido como República, muy temprano en 1828 enfrentamos a la Gran Colombia en su reclamo por territorios como lo fueron Jaén y Maynas, ofrendando la vida en combate el primer Comandante General el almirante Martin Jorge Guise durante el combate de Guayaquil, en 1836.
En los años siguientes se da un gran crecimiento económico, producto de la explotación del guano de la costa peruana, y es durante el gobierno del Mariscal Ramón Castilla que se establece como objetivo político convertir al Perú en potencia naval, desarrollando un agresivo programa de adquisiciones, que le permitió vencer a la Armada Española en el combate de Abtao y, posteriormente, en el combate del 2 de Mayo; sin embargo, este crecimiento económico duró muy poco y fuimos rápidamente ingresando en una aguda crisis económica, al haber comprometido los ingresos de la producción del guano sin mayor discernimiento; fue por ello que no se reaccionó debidamente al conocerse el crecimiento del poder naval chileno, que con la adquisición de los blindados Cochrane y Blanco Encalada paso a tener la flota más poderosa en el Pacífico sudamericano. Perú solo pudo adquirir dos monitores de rio: el Manco Cápac y el Atahualpa, así como dos cañoneras: la Pilcomayo y la Chanchamayo. Pero el escaso presupuesto anualmente asignado a la Marina no permitió un adecuado mantenimiento ni entrenamiento de las tripulaciones, las que fueron reducidas y la mayoría de las unidades desactivadas. Es en este contexto, que por diversas razones de índole política y económica, es que Chile nos declara la guerra el 5 de abril de 1879, sabiendo perfectamente que su objetivo era ejercer el control del mar, para poder posteriormente iniciar la campaña terrestre.
Las estrategias navales fueron muy claras desde el principio, la escuadra chilena al ser mayor en cantidad y poder de fuego buscaría la batalla decisiva lo más rápido posible para lograr su objetivo, la escuadra peruana al ser inferior en medios, debía prolongar su presencia como una amenaza efectiva en el mar, buscando interdecir las líneas de comunicaciones marítimas del enemigo y por lo tanto su aprovisionamiento, entablando combate solo cuando este fuera inevitable o se estuviera con ventaja relativa, es así como, durante seis meses, unos pocos buques peruanos disputaron el control del mar y el enemigo se trazó un solo objetivo: hundir al monitor Huáscar. La escuadra chilena fue dividida en dos divisiones, cada una compuesta por tres naves de guerra y una de aprovisionamiento logístico que le tenderían un cerco al monitor entre Arica y Antofagasta, alcanzando su objetivo en la madrugada del 8 de octubre frente a punta Angamos cuando la primera división chilena logró avistarlo, lo que obligó al almirante Grau a virar al suroeste para luego regresar al norte, pero poco después se divisó a la segunda división chilena; al percatarse de que no podría evitar el combate ordenó a la corbeta Unión, al ser una nave con mayor velocidad, abrirse paso hacia el norte.
A las 0940 horas siendo inevitable el combate, el monitor izo su pabellón de guerra disparando a mil metros de distancia sobre el Cochrane, este no respondió al fuego inmediatamente, al tener mayor velocidad acorto distancia hasta encontrarse a 200 metros del monitor disparando sus cañones, perforando el blindaje del casco y dañando el sistema de gobierno, diez minutos después, un proyectil del mismo Cochrane impactó en la torre de mando destrozando el cuerpo del contralmirante Miguel Grau y matando a su ayudante el teniente primero Diego Ferré que se encontraba debajo de la torre de mando. Asumió el mando el capitán de corbeta Elías Aguirre quien continúo combatiendo hasta caer muerto por un proyectil enemigo que partió su cuerpo en dos, dejando mal herido al teniente primero Enrique Palacios, y por ello asumiendo el mando el teniente primero Pedro Garezón quien al evaluar la situación y ver que la nave no tenía artillería operativa y no podía girar por una avería en el sistema de gobierno, ordenó abrir las válvulas de fondo para que el buque no cayera en manos del enemigo. A las 1055 horas, los buques chilenos suspendieron el cañoneo y al ver que la nave pronto se iría a pique enviaron lanchas con dotaciones armadas para tomarlo, cuando abordaron el buque ya tenía 1.20 metros de agua y estaba a punto de hundirse por popa; revolver en mano obligaron a los maquinistas a cerrar las válvulas y posteriormente a los prisioneros a apagar los incendios que consumían diversos sectores de la nave. La lucha había concluido y con la captura del Huáscar tenían el mar libre para iniciar la campaña terrestre.
La guerra con Chile duro 4 años 6 meses y 15 días, entre la declaratoria de guerra y el tratado de paz de Ancón, quedando el país en una aguda crisis política, económica y social; a pesar de eso, los marinos que habían sobrevivido a la guerra lograron en poco tiempo adquirir dos pequeños buques de transporte Vilcanota y Perú a bordo del que volvió a funciones la Escuela Naval en el año 1888, se logró recuperar la cañonera Lima mandada a construir secretamente en Alemania en 1880, pero retenida en Gran Bretaña mientras duró el conflicto. Empezando el siglo XX se inició una colecta popular para adquirir dos cruceros que llevarían los nombres de Grau y Bolognesi; contagiado por este anhelo, el gobierno de José Pardo y Barreda logró conseguir un préstamo del exterior ordenando la construcción en Inglaterra de los dos cruceros que arribaron al Callao en agosto de 1907, unidades navales que sentaron las bases para el renacimiento de la actual Marina.
En el siglo XX nuestro país se desarrolló y creció económicamente y también lo hizo la Marina. Se contó con el apoyo de la Misión Naval francesa y posteriormente, durante más de 40 años, con el asesoramiento de la Misión Naval de los Estados Unidos de Norteamérica, que nos han permitido organizarnos administrativa y educativamente, afianzando los valores que nos permite sentirnos dignos herederos del peruano del milenio, el Gran Almirante del Perú Miguel Grau Seminario. Hemos actuado en este siglo, en la defensa de nuestro país en el mar, así como también en nuestra Amazonia y en el lago Titicaca, incluso cuando la patria nos necesitó producto de la insania de un grupo terrorista, estuvimos presentes en la sierra de Ayacucho, Junín y Huánuco, así como en la ceja de selva en Pucallpa.
Con la experiencia de 201 años al servicio del Perú, vemos un futuro con optimismo, tal como dijo el historiador Jorge Basadre, el Perú es más grande que sus problemas. Nuestra visión es contar con un poder naval capaz de actuar con éxito donde lo requieran los intereses nacionales, para eso contamos con el crecimiento de la industria naval que permita en el mediano plazo, construir unidades navales de superficie y submarinas en nuestros astilleros, así como invirtiendo en ciencia y tecnología y ser capaces de desarrollar equipos de armas y electrónica, no solamente para satisfacer nuestros requerimientos, también para competir en el mercado mundial. El reto es grande pero posible y estoy convencido que lo lograremos.
UN SOLO NORTE, EL DEBER; TAN SOLO UN RUMBO, EL HONOR.
Autor: Capitán de Navío (R) José Antonio Sifuentes Espinosa
Docente facilitador
Bibliografía
Historia marítima del Perú Tomos I, V, VI, XII
Una Marina de Guerra ¿para hacer qué? Roberto L Pertusio
Planeamiento Estratégico Institucional. Marina de Guerra del Perú