Para contextualizar los diferentes antecedentes que precedieron al combate naval del 2 de mayo de 1866, es necesario revisar los aspectos político, económico, social y de seguridad que prevalecían en la naciente república peruana que, desde 1821, había proclamado su independencia del reino de España; no habiéndola reconocido ésta última sino hasta 1879 como veremos más adelante.
Con posteridad al 28 de julio de 1821, día de la proclamación de la Independencia del Perú, sucedieron acontecimientos de diferente índole que son necesarios recordarlos para una mejor valoración de los resultados obtenidos después de este combate naval. Así, la batalla de Ayacucho—que se realizó el 9 de diciembre de 1824 (tres años después de la declaratoria de la independencia)—, enfrentó al poderoso ejército español con las tropas del ejército libertador; teniendo como resultado la derrota de aquellas por estas últimas, lo que permitió que el territorio del antiguo virreinato peruano fuera entregado a los patriotas gracias a una capitulación pactada entre vencedores y vencidos. El instrumento firmado en aquella oportunidad, fue un tratado que buscaba implementar una relación a futuro con España, pero que terminó dificultando el reconocimiento de la independencia debido a las concesiones peruanas con respecto a las demandas españolas, sobre todo en lo referido a la deuda de independencia, y que quedaron pendientes de resolver por el Congreso del Perú.
No obstante, y, pese a los resultados de la batalla de Ayacucho, la obtención “del reconocimiento de la independencia del Perú fue uno de los pilares de la política exterior del Perú en el siglo XIX. Si bien países como Estados Unidos y Gran Bretaña reconocieron tempranamente al Perú como república, España, la ex metrópoli, tardó muchos años en otorgar su reconocimiento a la independencia del Perú, que de hecho fue uno de los últimos países en obtenerlo. Esta situación era delicada, dado que otras repúblicas de la región, como México y Chile, habían suscrito convenientes tratados de reconocimiento con España. Esta situación, de alguna manera ponía en cierta posición de desventaja al Perú en cuanto a su inserción en la comunidad internacional.”[1]
Cecilia Bákula, por otro lado, señala que “la corona no había reconocido aún la existencia del Estado peruano y se suscitaron algunos hechos que fueron vistos como no poca intromisión en asuntos internos de nuestra patria, a partir de nominales expediciones “científicas” en los territorios anteriormente pertenecientes a España.”[2]
Las gestiones diplomáticas de nuestro país empezaron en 1884 cuando envió a España sus primeros cónsules, las mismas que no tuvieron los resultados esperados debido a que la reina de España no había “declarado la independencia” del Perú. Posteriormente éstas continuaron hasta conseguir la firma del Tratado de Paz y Amistad de 1853, suscrito el 24 de septiembre del mismo año, entre el ministro plenipotenciario peruano Joaquín de Osma y Ramírez y Arellano, siendo el agente designado para negociar y firmar el tratado por parte de España, Ángel Calderón de la Barca, senador del Reino y ministro de Estado. Este tratado no fue ratificado por el Perú debido a que el presidente Rufino Echenique “encontró múltiples objeciones” a lo estipulado en el mismo.[3]
En el año 1859 el diplomático Pedro Gálvez, fue el segundo agente diplomático enviado a España con la finalidad de negociar el tratado de reconocimiento de la independencia; misión que tampoco tuvo resultados positivos, debido a que exigió “ser recibido en audiencia solemne por la Reina, y en vista de la negativa de ésta, se retiró de Madrid”.[4]
Años más tarde, durante el gobierno del general Juan Antonio Pezet, el Perú tuvo que hacer frente a una severa crisis política cuando la flota española, bajo la denominación de “expedición científica”, tomó las islas Chincha el 14 de abril de 1864 en represalia por un incidente, ocurrido el año anterior, en el que perdieron la vida dos ciudadanos españoles en la hacienda Talambo, Lambayeque, el 4 de agosto de 1863; a la par que se establecía un bloqueo en el puerto del Callao. El presidente Pezet ante la amenaza de esta expedición cedió “a las demandas hispanas a pesar del rechazo general de la población y de líderes como Ramón Castilla hacia esta afrenta a la soberanía nacional”. Esta decisión se concretó en la firma del tratado conocido como Vivanco- Pareja, suscrito el 27 de enero de 1865 y ratificado por el poder ejecutivo el 2 de febrero del mismo año.[5] Si bien es cierto que se ponía fin al impase, ello se hacía a costa de reconocer una supuesta deuda económica con España proveniente de tiempos de la independencia. La opinión pública nacional consideró que este tratado era contrario a los intereses del Perú y el levantamiento popular no se hizo esperar, y dio como resultado la revolución nacionalista de Manuel Ignacio Prado. Este antecedente, así como el reconocimiento tácito y de facto de la independencia del Perú por la Reina Isabel II de España, se constituyeron como los antecedentes del Combate del 2 de mayo en 1866, hecho histórico que reafirmó la independencia del Perú.
Al año siguiente el Perú le declara la guerra a España, el 14 de enero de 1866, y, teniendo en consideración que el monitor Huáscar y la fragata Independencia se encontraban en construcción en los astilleros de Inglaterra y que, ni las corbetas Unión y América, encargadas a astilleros franceses se encontraban disponibles; se determinó la conveniencia de enviar a los buques disponibles de nuestra escuadra al sur de Chile, donde debían aguardar el arribo de las dos primeras unidades para actuar luego en conjunto contra la fuerza enemiga.
La fragata Apurímac y las corbetas Unión y América, junto a la cañonera chilena Covadonga, conformaron la escuadra aliada, que bajo el mando del capitán de navío peruano Manuel Villar, se enfrentaron el 7 de febrero a las fragatas españolas Villa de María y Blanca en el combate naval de Abtao. No habiendo logrado la escuadra española intimidar a las fuerzas aliadas, el brigadier español Casto Méndez Núñez, reorientó sus objetivos para tratar de afectar la infraestructura marítima comercial de ambos países, bombardeando el puerto chileno de Valparaíso, y luego el del Callao.
Al advertirse la amenaza sobre el puerto del Callao, el gobierno dispuso la ejecución de las defensas necesarias a cargo de la Marina y del Ejército. Con los medios disponibles se estableció un sistema defensivo conformado por fortificaciones con artillería de grueso calibre distribuidas desde la desembocadura del rio Rímac hasta el distrito de La Punta- Callao. Se conformó, así mismo, una división naval integrada por el vapor Tumbes, el blindado Loa, el monitor Victoria y los auxiliares Sachaca y Colón; en vista de que la escuadra aún se encontraba en el sur.
La Escuadra Española, por su parte, planteó una acción ofensiva para bombardear las posiciones terrestres peruanas, mediante un ataque simultáneo a la zona sur y norte y centro del puerto del Callao. Sus naves fueron fondeadas frente a la Isla de San Lorenzo, las mismas que disponían de 245 cañones de diferentes calibres
El brigadier Méndez Núñez había decidido que el día dos de mayo se iniciarían las acciones de bombardeo sobre el puerto del Callao. Así, el blindado español Numancia, que enarbolaba la insignia de su comando, hizo los primeros disparos a partir del medio día; los mismos que fueron respondidos por la Torre de la Merced (puesto de combate del secretario de guerra y marina peruano José Gálvez), a la vez que se desplegaba el pabellón nacional. Como resultado de estas primeras acciones, la Numancia, fue impactado y el brigadier Méndez Núñez herido.
Durante el desarrollo del combate, las unidades navales españolas Villa de Madrid y Benrenguela fueron impactadas por los proyectiles de la artillería de defensa del puerto, obligándolas a salir fuera de combate. Al mismo tiempo los heroicos combatientes peruanos que se encontraban en la Torre de la Merced, bajo las órdenes de José Gálvez, sufrieron el impacto de la artillería enemiga causando la muerte de muchos de ellos y de este último quién, por su espíritu de combate, valor y arrojo en combate, fue y es reconocido como héroe nacional.
La respuesta de los defensores de la dignidad nacional que, en este combate emblemático unió a las fuerzas militares y al pueblo peruano en su conjunto, es una clara demostración de lo que somos capaces los peruanos como nación. Honor y gloria para nuestros héroes de esta gran jornada cívica-militar.
Cabe señalar que, luego de este conflicto, las relaciones entre Perú y España evolucionaron de manera positiva, específicamente luego del armisticio de 1871. “De esta forma, quedó allanado el camino para la firma de un “Tratado de Paz y Amistad”, suscrito en la ciudad de París el 14 de agosto de 1879 durante el reinado de Alfonso XII en España y bajo la presidencia de Mariano Ignacio Prado en Perú. En representación del gobierno peruano, firmó Juan Mariano de Goyeneche y Gamio, ministro plenipotenciario del Perú en Francia, y por España, Mariano Roca de Togores, marqués de Molins. Este instrumento fue ratificado por el Congreso del Per el primero de octubre de 1879.”[6]
Autor: Contralmirante Eloy Ledesma Rebaza, docente facilitador de la Escuela Superior Conjunta de las Fuerzas Armadas.
Citas al pie:
[1] Francis Natalíe Chávez Aco, en “El rol de la diplomacia peruana en el reconocimiento de la independencia del Perú por España”, Revista Política Internacional; p. 22
[2] Cecilia Bákula, en “El Combate del dos de Mayo”, Revista El Montonero; 9 de mayo 2022
[3] Francis Natalíe Chávez Aco, en “El rol de la diplomacia peruana en el reconocimiento de la independencia del Perú por España”, Revista Política Internacional; p. 27
[4] Op. Cit, p. 30
[5] Ibidib, p.30
[6] Francis Natalíe Chávez Aco, en “El rol de la diplomacia peruana en el reconocimiento de la independencia del Perú por España”, Revista Política Internacional; p. 34